Quién no recuerda haber leído esta frase: “Quien no vive para servir; no sirve para vivir.” Muchos, incluyéndome a mí misma, no podríamos entender lo fuerte y asombroso de su significado hasta que realizamos alguna actividad que nos transforma. El voluntariado da significado a nuestros días o simplemente alegra nuestra alma con el sentimiento de la labor cumplida.
Carchi, Ecuador: Quién no recuerda haber leído esta frase: Quien no vive para servir; no sirve para vivir. Muchos, incluyéndome a mí misma, no podríamos entender lo fuerte y asombroso de su significado hasta que realizamos alguna actividad que nos transforma. El voluntariado da significado a nuestros días o simplemente alegra nuestra alma con el sentimiento de la labor cumplida.
No necesitamos realizar grandes acciones, leer miles de libros de motivación personal, o ir de peregrinación durante días a algún lugar sagrado. Para mí, animarme a formar parte del programa de Voluntarios de las Naciones Unidas (VNU) en mi lugar natal fue el comienzo de mi gran aventura.
Mi asignación como Voluntaria de las Naciones Unidas nacional fue de promotora comunitaria para el Programa Mundial de Alimentos (PMA). Durante ocho meses apoyé en el desarrollo del proyecto-estudio Fortalecimiento de Capacidades de los Gobiernos Locales para mejorar la Seguridad Alimentaria y Nutricional en el Ecuador (CLOSAN). El proyecto tiene como objetivo el empoderar a los gobiernos locales para que puedan incidir en la mejora de la calidad y diversificación de la alimentación de las comunidades a las que sirven, asegurando su seguridad alimentaria y nutricional.
En este proyecto, mensualmente se beneficiaban unas 1.130 familias que se encontraban en los seis cantones de la provincia, y ese quizá fue uno de los mayores retos a los que me enfrenté. La movilización en las comunidades resultaba complicada, pero al llegar a ellas podía realizar actividades muy enriquecedoras, pues compartía con los beneficiarios del proyecto sus medios de vida y también aprendía de sus culturas.
Las familias acudían a las reuniones donde se compartía un tema de capacitación sobre seguridad alimentaria y nutrición, y luego se realizaba la entrega de canastas alimenticias por el valor de 40 dólares EE.UU. Estas canastas eran diversas en su contenido. En la mayoría de los casos se entregaban productos frescos y secos, por ejemplo: verduras, fruta, granos, derivados lácteos y pollo. La diversificación de la dieta en los hogares con niños de seis meses a menos de tres años de edad contribuía a disminuir la incidencia de la anemia y la desnutrición.
Los productos que conformaban estas canastas eran producidos de manera semi-orgánica por asociaciones de pequeños productores que cuentan con sistemas de producción familiar. Los excedentes de estos sistemas son entregados al punto de venta Carchi productivo, lugar de comercialización del Gobierno Autónomo Descentralizado Provincial del Carchi (GADPC).
La dinámica del proyecto contemplaba un fuerte trabajo en equipo entre el GADPC y el PMA. Gracias a ello, y al aporte económico conjunto de las dos entidades, se pudo realizar la instalación de 53 huertos hortícolas, la dotación de filtros purificadores de agua y la mejora de los lavabos en las localidades rurales que cuentan con sistemas de agua no seguros.
Dentro de las actividades de promoción del voluntariado, apoyé la conformación del club ecológico Aquí Estoy, donde con varios jóvenes pude compartir la siembra de árboles nativos en El Consuelo, una zona ganadera, como acción de mitigación al cambio climático. Al realizar esta actividad también pude compartir mis conocimientos en agricultura familiar.
Biografía: Cindy López ha sido Voluntaria ONU promotora con el PMA, en al ámbito del Proyecto de Seguridad Alimentaria CLOSAN en Tulcán, desde noviembre de 2013 hasta junio de 2014. Es ingeniera agrónoma en ciencia y producción agropecuaria. A lo largo de su asignación promovió la conformación de un Club Ecológico para el Colegio Sagrado Corazón de Tulcán.