Jeff Wilkinson, Voluntario de las Naciones Unidas internacional, durante una de las visitas domiciliarias a la comunidad de refugiados en la ciudad de Lago Agrio, en la Región amazónica de Ecuador. (JASON TANNER, abril 2012).

Escuchar para dar una nueva vida

La experiencia es intensa, a veces dura, siempre generando esa sensación de que hay demasiado por hacer y poco tiempo para hacerlo. Como voluntario, siempre es reconfortante saber que lo que haces tiene un impacto directo sobre personas reales, de carne y hueso, a quienes escuchas con sus propias voces.

Lago Agrio, Ecuador: Lago Agrio es un nombre con sentido mitológico. Sugerente, de historias extrañas, de leyendas, de no saber lo que vas a encontrar. Y sus calles no te decepcionan: son un bullicio de gente que va de un sitio a otro, gallinas, carritos, taxis, buses, gente que camina, gente que vende.

Hace un año llegué a Lago Agrio, esta ciudad del nororiente ecuatoriano, para ser voluntario con el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Ya conocía la ciudad y, aunque la primera impresión había sido de olor a petróleo y desorden, el bullicio de sus calles me generaba curiosidad.

El trabajo en la oficina de ACNUR en Lago, incesante, de carreras, papeles, reuniones, entrevistas, es como esta ciudad. Sugestivo, intenso, siempre inesperado. De historias difíciles, de ofrecer un espacio para las lágrimas de otros con vidas detrás mucho más cansadas.

Como oficial de reasentamiento, mi labor aquí consistía en analizar lo casos de personas refugiadas quienes, por cualquier motivo (riesgos para sus vidas, dificultades para integrarse, etc.) no podían seguir en Ecuador. Y, por tanto, existía la opción de que un tercer país le ofreciera una nueva oportunidad para iniciar su vida.

La experiencia es intensa, a veces dura, siempre generando esa sensación de que hay demasiado por hacer y poco tiempo para hacerlo. Como voluntario, siempre es reconfortante saber que lo que haces tiene un impacto directo sobre personas reales, de carne y hueso, a quienes escuchas con sus propias voces.

Creo que lo más impactante es cuando alguien comienza a desgranar su historia, a contar en pequeños pedazos sus vivencias. Vivencias muchas veces terribles, desde una infancia desgarrada, pasando por caminos tortuosos y la dura experiencia de cruzar una frontera en busca de lo insospechado. Ser escuchador, a la usanza de un confesor, que debe mantener el relato confidencial, que debe entender las razones, incluso hacer preguntas incómodas para que todas las piezas del puzzle encajen en la historia de cada persona.

Y eso se convierte en un peso para uno, que solo puedes aliviar sabiendo que el final último será el beneficio de esa persona. A veces ese mismo esfuerzo genera sinsabores, la incapacidad de llegar a todas las personas precisas, las dificultades de casar el deber ser y el ser. Sin embargo, la experiencia propia hace que sepamos aprender a recomponernos.

Mientras, más allá de los muros de esta oficina, la ciudad amazónica sigue viviendo con su ritmo caluroso, de esa acogida peculiar de las ciudades bañadas de sol y de personas de todas partes.

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Biografía: Frederick Wilkinson (Canadá), participó durante un año como Voluntario de las Naciones Unidas internacional en la zona fronteriza de Ecuador y Colombia, en la ciudad de Lago Agrio. Prestó sus servicios en el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) en calidad de Oficial Asociado de Reasentamiento, dentro del proyecto de Protección a los refugiados en Ecuador. Trabajó como parte de ACNUR en otras misiones relacionadas con el conflicto colombiano, dentro de Costa Rica, Ecuador y Colombia y ha sido un Voluntario comprometido desde 1994 en diferentes entidades.