La justicia, la igualdad y la libertad, tal y como se expresan en la Carta de las Naciones Unidas, son los valores que motivan a los voluntarios. Una sociedad que apoya y alienta diversas formas de voluntariado es una sociedad que también promueve el bienestar entre sus ciudadanos.
La justicia, la igualdad y la libertad, tal y como se expresan en la Carta de las Naciones Unidas, son los valores que motivan a los voluntarios. Una sociedad que apoya y alienta diversas formas de voluntariado es una sociedad que también promueve el bienestar entre sus ciudadanos.
Más de mil millones de personas prestan servicio como voluntarias, la mayoría de ellas en sus propios países. Muchas de ellas se encuentran en la primera línea de los esfuerzos para mejorar la forma en la que ellas mismas, y sus conciudadanos, se gobiernan y se involucran. Además, los voluntarios desempeñan un papel crucial a la hora de hacer que los gobiernos del mundo sean más responsables y rindan cuentas ante sus ciudadanos.
Trabajan con gobiernos y la sociedad civil para hacer que los que están en el poder rindan cuentas y representen a las voces de aquellos que suelen quedarse al margen de la toma de decisiones en el desarrollo, como las mujeres, los jóvenes y los grupos marginados. El resultado final es un desarrollo más inclusivo, y, por ende, más efectivo.
El voluntariado es una expresión básica de las relaciones humanas. Se trata de la necesidad de las personas de participar en sus sociedades y sentir que son importantes para los demás. Estamos firmemente convencidos de que las relaciones sociales intrínsecas al trabajo voluntario son muy importantes para el bienestar del individuo y de la comunidad.
El ideario del voluntariado se infunde con valores tales como la solidaridad, reciprocidad, confianza mutua, la pertenencia y el empoderamiento, lo que contribuye significativamente a la calidad de vida.
Voluntariado y bienestar
Las personas se implican en el voluntariado por numerosas razones: para ayudar a erradicar la pobreza y mejorar la salud primaria y la educación, para proporcionar un abastecimiento de agua potable y un saneamiento adecuado, para abordar asuntos medioambientales y de cambio climático, para reducir el riesgo de desastres o para combatir la exclusión social y los conflictos violentos. En todos estos campos, el voluntariado hace una contribución específica al generar bienestar para las personas y sus comunidades.
El voluntariado también conforma la piedra angular de muchas organizaciones no gubernamentales, nacionales e internacionales, y de otras organizaciones de la sociedad civil, así como de movimientos políticos y sociales. Está presente en el sector público y cada vez gana más terreno en el sector privado.
Actualmente existe la opinión generalizada de que el producto interior bruto (PIB) no proyecta una imagen adecuada de una sociedad porque no tiene en cuenta el bienestar de las personas y las comunidades. Tampoco incluye las actividades que tienen un valor económico pero que quedan fuera del mercado y, por lo tanto, no se suelen reflejar en las cuentas nacionales.
Así como la economía imperante fomenta valores de interés propio y competición para alcanzar la máxima satisfacción, el hecho de centrarse en el bienestar representa una mayor razón para valorar la compasión y la cooperación, ambos valores centrales del voluntariado. El discurso sobre la calidad de la vida y el bienestar, y su lugar en el paradigma del desarrollo en constante evolución, debe reconocer la solidaridad y los valores recíprocos del voluntariado como parte de las dinámicas que mejoran el bienestar de las personas.
Una sociedad sana es aquella en la que se valoran las relaciones formales e informales que facilitan la interacción y el compromiso y que, de este modo, generan un sentido de la pertenencia. Es también una sociedad en la cual hay una amplia participación de todos los sectores de la población. Las comunidades con estas características obtienen mejores resultados a la hora de resolver aspiraciones comunes.
Los voluntarios son más proclives a desarrollar habilidades cívicas, a dar más importancia a servir al interés público como meta vital personal y a ser políticamente más activos. Así, al llevar a cabo sus actividades voluntarias, las personas también están cultivando una actitud que contribuye al desarrollo social que consolidará el bienestar de todos.