Jacqueline Butcher es una figura importante en el ámbito de la investigación sobre el voluntariado, y el devastador terremoto ocurrido el mes pasado en México le brindó la oportunidad de ser testigo de primera mano de la contribución de los voluntarios durante las crisis. Jacqueline es Directora del Centro de Investigación y Estudios sobre Sociedad Civil (CIESC) en la Escuela de Humanidades y Ciencias Sociales en el Tecnológico de Monterrey, y mentora para la investigación regional en el marco del Informe sobre el Estado del Voluntariado en el Mundo de 2018.
El 19 de septiembre de 2017, un terremoto de magnitud 7,1 sacudió México, provocando el derrumbamiento de varios edificios en la Ciudad de México y en cuatro estados circundantes. Tan solo dos horas antes yo había abandonado una reunión celebrada en un edificio de gran altura para participar en el ejercicio que se celebra anualmente con motivo del aniversario del terremoto de 1985, que sacudió el país en la misma fecha hace 32 años. Como parte del ejercicio, se evacuaron las escuelas y los edificios de oficinas. Algunas personas consideraron que la simulación había sido útil cuando ocurrió realmente el terremoto pero otras, lamentablemente, no sobrevivieron para dar su opinión. Por mucha capacitación que hayas recibido, nunca sabes realmente lo que va a ocurrir y cómo te va a afectar.
Después del terremoto
Ahora sabemos que, a consecuencia del terremoto de 2017, cerca de 400 personas fallecieron y 140.000 edificios sufrieron daños. Pero, en medio de la oscuridad del duelo de los familiares y del polvo que se había depositado, brillaron con intensidad las expresiones de solidaridad de los miles de mexicanos y mexicanas que salieron rápidamente a las calles a ayudar. Voluntarios y voluntarias de todas las procedencias; jóvenes y personas de edad, enfermos y sanos, vecinos y extraños, todos y todas trabajaron sin parar para echar una mano.
La rápida respuesta de la marina, el ejército y las instituciones públicas fue crucial, pero lo que realmente marcó la diferencia fueron esas primeras horas de manos y cadenas humanas, retirando escombros y suministrando agua y mascarillas a las personas afectadas. Cuando se sospechaba que había alguien atrapado entre los escombros, alguien levantaba la mano pidiendo silencio para que los equipos de rescate pudieran escuchar las llamadas de socorro entre los montones de cemento y acero retorcido. En respuesta, muchos otros levantaban las manos al unísono. Al final de cada día se cantaba el himno nacional mexicano en apoyo de los esfuerzos de rescate.
Mexican solidarity
En el CIESC hemos hecho un seguimiento de la actividad del voluntariado en México durante los últimos 20 años a partir de 2005, año en que se realizó la primera Encuesta Nacional de Solidaridad y Acción Voluntaria (ENSAV). La encuesta se repitió en 2012 y, recientemente, en 2016 recently in 2016. Los últimos resultados muestran un aumento de la participación cívica y de las actividades de voluntariado en los últimos años. En 2016, un 83% de los mexicanos y mexicanas mayores de 15 años –casi 74 millones de personas– dieron una respuesta positiva a la pregunta: “¿Ha hecho usted algo por los demás fuera de su familia y sin cobrar por ello en los pasados 12 meses?”
Descubrimos que entre los voluntarios y voluntarias mexicanas no existe discriminación. Las tasas de voluntariado notificadas reflejan la existencia de paridad entre los géneros , tal como confirmaron las encuestas ENSAV de 2005, 2012 y 2016. Todos contribuyen de distintas maneras e independientemente de las desigualdades sociales y económicas. Mi trabajo de investigación sobre el voluntariado mexicano muestra que “Las personas procedentes de diferentes sectores socioeconómicos del país contribuyen en la misma medida a los actos de solidaridad. Ello significa que ni las personas de ingresos altos ni las de bajos ingresos participan en mayor medida en los actos de solidaridad: ni tampoco las personas con niveles de educación más bajos dedican más o menos tiempo y esfuerzos que las que tienen un nivel de educación más alto.”
Esta conclusión resultó evidente después del terremoto de 2017, cuando personas de todas las procedencias prestaron asistencia a través del voluntariado. Los medios de comunicación informaron de que cientos de miles de ciudadanos brindaron su ayuda en la Ciudad de México y en los estados vecinos de Morelos y Puebla. No obstante, aún queda mucho por hacer para aprovechar al máximo esta importante contribución de un modo productivo y organizado. En México, hemos descubierto que la proporción de voluntarios que trabajan conjuntamente en grupos, a nivel formal e informal, está aumentando. Según los resultados de la encuesta nacional de 2016 , el voluntariado a través de grupos y asociaciones se incrementó de un 24% en 2005 a un 70%. Coordinar a estos grupos es una tarea difícil pero esencial para ofrecer una respuesta eficaz a los desastres en tiempos de crisis.
El voluntariado en pro de la recuperación
¿Por qué las personas participan y prestan asistencia de manera voluntaria en los desastres naturales? Una respuesta sencilla es que sería inhumano no hacerlo. Sin embargo, el voluntariado también es una manera de mostrar nuestra solidaridad con los demás, de establecer relaciones fructíferas y de trabajar para crear un mundo mejor. Tras el terremoto de 2017, muchos mexicanos y mexicanas están trabajando conjuntamente, manteniendo una actitud positiva en medio del caos y el desastre. Espero que este espíritu de camaradería y apoyo mutuo perdure, y creo que perdurará si somos capaces de mantener viva la llama del voluntariado y de aprender de esta experiencia.
Con respecto a las perspectivas de cara al futuro, sobre la base de mi labor de investigación y de mi experiencia , el voluntariado organizado será fundamental para el futuro del país. La participación espontánea tal como la hemos visto con ocasión del reciente terremoto debe canalizarse de manera eficaz facilitando la valiosa contribución de las personas a través del voluntariado. Las organizaciones de la sociedad civil del país deben estar preparadas para recibir estos flujos de energía y solidaridad en respuesta a los desastres naturales y los voluntarios y voluntarias deben formar parte del marco jurídico para mejorar la participación y reforzar las actividades voluntarias. La ciudadanía mexicana ha demostrado al mundo su generosidad y capacidad, y la consolidación de este espíritu voluntario es de vital importancia en nuestro avance como nación.
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