De mi época como Voluntario de las Naciones Unidas en la Misión de las Naciones Unidas en Sudán del Sur (UNMISS), siempre recordaré el momento en el que me despertó el ruido de disparos de armas de fuego y de morteros pesados el lunes 16 de diciembre de 2013. Tras una semana sin incidentes se produjo uno de los momentos más caóticos y espeluznantes de mi vida.
Bentiu, Sudán del Sur: De mi época como Voluntario de las Naciones Unidas en la Misión de las Naciones Unidas en Sudán del Sur (UNMISS), siempre recordaré el momento en el que me despertó el ruido de disparos de armas de fuego y de morteros pesados el lunes 16 de diciembre de 2013. Tras una semana sin incidentes se produjo uno de los momentos más caóticos y espeluznantes de mi vida.
Obviamente ese día no había manera de llegar a la clínica de nivel I de la Casa de las Naciones Unidas en Bentiu, donde trabajaba como oficial médico VNU. Con tantos civiles de la zona circundante que buscaban refugio en el complejo de la Casa de las Naciones Unidas, sabía que mi trabajo no podría esperar tanto tiempo.
Al día siguiente, al volante de una ambulancia en el primer convoy que salió del complejo de las Naciones Unidas en Tomping en dirección a la Casa de las Naciones Unidas, fui de los primeros en responder a las necesidades sanitarias de las personas desplazadas que habían buscado refugio tras los muros del complejo. Desde aquel día hasta el 30 de enero de 2014, el equipo de servicios sanitarios de los que formé parte atendió a 1.092 desplazados internos, entre ellos atendimos 27 partos normales, seis urgencias obstétricas y 20 abortos.
Las urgencias obstétricas que atendí durante este período me causaron un gran impacto. Debido al toque de queda impuesto entre las 18.00 horas y las 06.00 horas, la clínica de nivel I de la Casa de las Naciones Unidas quedaba aislada de los servicios sanitarios de nivel superior del Hospital de nivel II de la UNMISS y del Hospital universitario de Juba durante 12 horas. Ello significaba que, durante esas horas, nuestro equipo médico no podría remitir los casos urgentes a otro centro mejor equipado.
Un caso que se me quedó grabado en la memoria fue cuando tuve que asistir a una mujer primípara en un parto de nalgas. Es decir, era el primer embarazo de la mujer y el bebé se había colocado en una posición en la que lo primero que presentaría serían las piernas en lugar de la cabeza. En circunstancias normales, el equipo de atención obstétrica hubiera remitido el caso a un hospital y se hubiera practicado una cesárea a la paciente con carácter de urgencia. Sin embargo, debido al toque de queda esa opción era imposible.
De manera que condujimos inmediatamente a la madre a nuestra unidad de urgencia. Tras explicarle los problemas asociados con este tipo de parto, realicé una episiotomía –una incisión en la pared vaginal para facilitar el parto– y con todo cuidado extraje al bebé, que era un niño.
Nació con una puntación de 4 en el test de Apgar, literalmente azul e incapaz de llorar. Sin embargo, transcurridos unos 20 minutos de atención médica intensiva, la puntuación de Apgar se elevó hasta 8 y luego hasta 10, al tiempo que el bebé iba adquiriendo lentamente un saludable color rosado y empezaba a llorar.
Incluso antes de estallar el conflicto, Sudán del Sur era el país que registraba la tasa de mortalidad materna más alta del mundo: 2.054 muertes por cada 100.000 nacidos vivos, según las estimaciones. Esta cifra astronómica significa que una de cada siete mujeres puede morir debido a una causa relacionada con el embarazo. Por tanto, es probable que el actual conflicto empeore aún más esta situación.
Mi trabajo en Sudán del Sur como Voluntario de las Naciones Unidas, en particular durante esta crisis, me ha permitido experimentar de primera mano muchos de los retos asociados a la prestación de servicios de atención de la salud materna e infantil en épocas de conflicto. Estoy muy satisfecho de poder contribuir a salvar las vidas de las madres y de sus hijos y me siento orgulloso de trabajar como Voluntario de las Naciones Unidas en Sudán del Sur.
Después de esta experiencia, estoy más decidido que nunca a seguir ayudando a mejorar la salud y las vidas de las madres y de sus hijos. Cuando finalice mi misión, tengo la intención de proseguir mi carrera profesional en el ámbito de la salud pública y centrarme en la salud materna e infantil.
Biografía: El Dr. Simon Bagumaho ha trabajado como profesional médico proporcionando atención médica a las mujeres y los niños desde 2005. Actualmente trabaja como Voluntario de las Naciones Unidas en la clínica de nivel I de Bentiu, en el estado de Unidad, en la Misión de las Naciones Unidas en Sudán del Sur (UNMISS).
Artículo traducido del inglés por la Voluntaria de las Naciones Unidas en línea Luisa Merchán