Desde el mes de abril de 2015, he trabajado como Voluntaria de las Naciones Unidas especialista en Políticas Públicas en la oficina de país de ONU Mujeres en Quito. Sin embargo, un día, mis responsabilidades cambiaron de manera inesperada.
Pedernales, Ecuador: Desde el mes de abril de 2015, he trabajado como Voluntaria de las Naciones Unidas especialista en Políticas Públicas en la oficina de país de ONU Mujeres en Quito. Sin embargo, un día, mis responsabilidades cambiaron de manera inesperada.
El 16 de abril de 2016, un terremoto de magnitud 7.8 sacudió la costa de Ecuador, dejando 668 personas muertas, casi 7.000 casas destruidas, 151 edificios dañados, más de 4.650 personas heridas y alrededor de 720.000 personas necesitadas de ayuda humanitaria; además, casi 30.000 personas han buscado refugio en campamentos temporales.
Después del terremoto, la situación de las mujeres y niñas es motivo de especial preocupación, porque son más propensas a convertirse en víctimas de varios tipos de violencia y/o discriminación en una emergencia humanitaria. Desplazamiento, campamentos hacinados, falta de privacidad, falta de iluminación, instalaciones sanitarias limitadas y sin separaciones incrementan los riesgos. Adicionalmente, la región afectada por el terremoto ya contaba con un alto índice de violencia de género, embarazo adolescente y discriminación de género previamente.
ONU Mujeres se esfuerza para garantizar que las mujeres estén protegidas de violencia de género y para que participen en la respuesta humanitaria a este desastre.
Durante mi asignación tuve la oportunidad de transversalizar el enfoque de género en varios proyectos que se están implementando. Por un lado, apoyé la capacitación de las Fuerzas Armadas Ecuatorianas (que forman parte del programa de Mantenimiento de la Paz de Naciones Unidas) en la protección en los campamentos y en la identificación y prevención de la Violencia Basada en Género. Trabajar con los militares fue fascinante y desafiante porque todavía existen muchos estereotipos de género en esta área de trabajo tradicionalmente masculina.
Por otro lado, tuve la oportunidad de participar en un proyecto piloto que pretende aumentar la participación de las mujeres en las estructuras de gobernanza dentro de los campamentos. Los campamentos son habitualmente espacios dominados por hombres donde las mujeres muchas veces son excluidas de los procesos decisorios que orientan las estrategias de respuesta que influyen en su capacidad y en la de su comunidad para recuperarse de una crisis.
El proyecto fue implementado simultáneamente en dos campamentos en Pedernales, la ciudad más afectada del terremoto, para identificar el estado de participación de las mujeres en las estructuras de gobernanza de los campamentos, así como para medir la percepción de su seguridad. Ecuador es uno de los cinco países pilotos de este proyecto.
Tras realizar entrevistas a las mujeres locales que residen en los campamentos, me impactó ver cómo los roles de género todavía prevalecen profundamente en esos espacios.
Después de haber confirmado nuestro diagnóstico inicial, el próximo paso en este proyecto es designar micro-proyectos con el objetivo de cambiar los roles tradicionales de género y mejorar la participación de las mujeres. Espero ver cómo este proyecto beneficiará directamente las mujeres viviendo en los campamentos.
Mujeres sobrevivientes del terremoto ya han empezado a participar en actividades no tradicionales, como por ejemplo las iniciativas cash-for-work y la remoción de escombros.
Estoy muy agradecida por ser parte de ONU Mujeres como parte del programa VNU y poder apoyar así a las mujeres y niñas directamente afectadas por el terremoto.
Mi experiencia en el Ecuador me ha enseñado que los desastres naturales pueden cambiar las dinámicas del hogar y promover oportunidades para mujeres como agentes de cambio. Los estereotipos de género pueden y han cambiado con el tiempo. Cambian rápidamente en las emergencias, lo cual las convierte en un desafío y una oportunidad para construir una sociedad más justa.