Michael Emery, Director de Recursos Humanos de la Organización Internacional para las Migraciones
Michael Emery, Director de Recursos Humanos de la Organización Internacional para las Migraciones

"La única manera de alcanzar los ODS es pueblo a pueblo, voluntario a voluntario"

Michael Emery prestó servicio como Voluntario de las Naciones Unidas en Liberia y Guinea de 1990 a 1991. Desde entonces, ha hecho carrera en las Naciones Unidas y se ha cruzado repetidamente con el programa VNU y los Voluntarios de las Naciones Unidas. Voluntario de las Naciones Unidas por pasión y docente de profesión, Michael, actual Director de Recursos Humanos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), reflexiona sobre su trayectoria.

A los 25 años, era profesor en Australia y ansiaba experimentar algo nuevo. De repente, me ofrecieron la oportunidad de enseñar en una escuela misionera del centro de Liberia. ¡Recuerdo que fui a una biblioteca cercana para comprobar dónde estaba Liberia en el atlas!

Fue una experiencia muy real, fuera de mi zona de confort y en una situación que desafiaba todas mis suposiciones y normas culturales. Me instalé en Gbarnga, en el centro de Liberia, para enseñar a niños tan deseosos de aprender como de divertirse. Por desgracia, la paz no duró.

En 1990, Liberia entró en guerra civil. En pocas semanas, los niños de la zona se vieron obligados a convertirse en niños soldados o a huir a la vecina Guinea como refugiados. Mi trabajo como profesor se interrumpió bruscamente.

Me dirigí a la capital, Monrovia, donde trabajé con las Naciones Unidas como jornalero, ayudando durante la emergencia a los liberianos desplazados que huían del conflicto. A continuación, fui contratado por la Oficina del Coordinador Residente de las Naciones Unidas como Voluntario en la Oficina del Coordinador de las Naciones Unidas para el Socorro en Casos de Desastre (UNDRO), precursora de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas (OCHA).

Dicen que se necesita una aldea. Yo digo que la única manera de alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible es pueblo a pueblo, voluntario a voluntario.

Estadísticamente, la guerra de Liberia se cobró más de 200.000 vidas en una nación de 2,1 millones de habitantes y desplazó a más de un millón de personas como refugiados a países vecinos como Guinea.

Fui uno de los cuatro Voluntarios de las Naciones Unidas y trabajé con los colegas más increíbles que he conocido. Fue una de las mejores experiencias profesionales de mi vida, en la que trabajábamos 14-15 horas al día, pero sentíamos que estábamos construyendo algo mejor. A pesar de los altibajos, fue estimulante.

Mi misión como Voluntario de las Naciones Unidas se centró en la alimentación masiva de los desplazados, primero en Guinea y luego en Monrovia. Creamos un puesto de distribución de alimentos húmedos con el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) para proporcionar una dieta rica en proteínas. Según el UNICEF, la población local se enfrentaba entonces a una tasa de malnutrición grave del 37 %.

Cuando pensamos en guerras, nos quedamos cortos al imaginar un panorama horrible. La realidad del sufrimiento humano y la destrucción. Gente abandonada en las calles. Personas ejecutadas en los campos de exterminio. Vi tanta pérdida de vidas humanas en Liberia en tan poco tiempo.

Me encargaron enterrar a los muertos, tras los intentos fallidos de identificarlos. Las fosas son indescriptibles, sin duda impactante. No había forma de estar preparado para algo así, por lo que mi actitud fue: haz lo que tengas que hacer, decide sobre la marcha. Era bueno poner fin a la situación con una pequeña ceremonia y velar por que la gente descansara de forma respetuosa. Y eso nos trajo paz

Seis meses después, el Programa Mundial de Alimentos (PMA) y la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) empezaron a traer más voluntarios.

Una impresión que valoro de Liberia es que la gente con la que trabajas tiene una enorme resiliencia. Tenía una muy buena red de oficiales de enlace comunitario y colaboraba con ellos para movilizar a los voluntarios locales. Juntos creamos un grupo de autoayuda, Liberianos Unidos para Servir a la Humanidad (LUSH), asociados en la ejecución que prestaban ayuda humanitaria y de emergencia. Poco después salí del país para casarme y después me dirigí a la ex-Yugoslavia con la misión de mantenimiento de la paz.

En 2003, mientras trabajaba en el Mantenimiento de la Paz de las Naciones Unidas, volví para ayudar a establecer la Misión de las Naciones Unidas en Liberia (UNMIL). Habían pasado casi 10 años desde que salí del país. Las cosas habían cambiado y esta era una oportunidad para mí de ser testigo de la evolución.

Como parte de la planificación de la fuerza de trabajo en el Mantenimiento de la Paz de las Naciones Unidas, me puse en contacto con un querido amigo mío, Kevin Gilroy, Jefe de Operaciones Especiales del programa VNU en aquel momento, para decirle que se trataba de una oportunidad fantástica para desplegar Voluntarios de las Naciones Unidas en misiones de mantenimiento de la paz.

Kevin se unió a mí para evaluar la situación en Liberia, y pronto se desplegaron cientos de voluntarios, con tal eficiencia que la misión tuvo que pedir al programa VNU que ralentizara los despliegues, porque no tenían personal suficiente para gestionar a los voluntarios.

Conocí a Kevin en Dili, donde trabajé de 2000 a 2002 como Jefe de la Unidad de Idiomas y Formación del Mantenimiento de la Paz de las Naciones Unidas en la Misión Integrada de las Naciones Unidas en Timor-Leste (UNMIT). Él y Sandra Marinkovic (ahora Le Grey y Asociada de Contratación del programa VNU) estaban en la oficina de contenedores junto a mí y pusieron a unos 3.000 Voluntarios de las Naciones Unidas en la misión. Seleccioné a 25 Voluntarios de las Naciones Unidas, entre ellos un antiguo ministro de Gambia, según recuerdo.

Los Voluntarios de las Naciones Unidas prestaban servicios de traducción e interpretación, así como de capacitación de los cuadros nacionales en todos los aspectos de la gestión del nuevo Timor-Leste. Ver a un país resurgir de sus cenizas y fundar una nación es una oportunidad que rara vez se tiene, y aquella fue una época increíble.

Si repaso mi trayectoria profesional a lo largo de los años, veo que abarca muchos roles diferentes, cada uno de ellos con sus propios aspectos destacados y aprendizajes. De profesor a Voluntario de las Naciones Unidas; del desarrollo profesional y la planificación de la sucesión en el Mantenimiento de la Paz de las Naciones Unidas a dirigir la contratación en el PNUD y los recursos humanos en el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA).

Actualmente soy Director de Recursos Humanos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Nuestra ambición es aumentar nuestro despliegue de Voluntarios de las Naciones Unidas a 500 (para 2025) y ya estamos a mitad de camino.

Al principio de la pandemia de coronavirus, nos dimos cuenta de que necesitábamos aumentar nuestro dispositivo de bienestar del personal. Sabía que el programa VNU contaba con una lista de profesionales experimentados, ofrecía agilidad para incorporar rápidamente a las personas y tenía un modelo de actividades que se prestaba al trabajo a distancia.

Así pues, seleccionamos inicialmente a 12 Voluntarios de las Naciones Unidas Oficiales de Bienestar del Personal de todo el mundo. Lo que conseguimos fue una experiencia inspiradora que podía funcionar en 20 idiomas. Gracias a ellos, pudimos ofrecer a nuestro personal servicios profesionales de asesoramiento y bienestar las 24 horas del día, los 7 días de la semana, y eso solo habría sido posible con el programa VNU.

La convincente narrativa en torno al servicio de los Voluntarios de las Naciones Unidas queda plasmada en el lema del programa VNU: inspiración en acción. Si la gente no ha trabajado con Voluntarios de las Naciones Unidas, piensa que son en su mayoría jóvenes e inexpertos. No es el caso. Llevo años informando a personas sobre las competencias especializadas que aportan los voluntarios, la rapidez de despliegue del programa VNU y el espíritu del voluntariado. 

Una vez voluntario, siempre voluntario. Me siento totalmente privilegiado por haber sido Voluntario de las Naciones Unidas. Y ahora ya sé que, cuando me jubile, me gustaría volver a unirme al programa VNU y devolver algo a la sociedad y al mundo en general como Voluntario de las Naciones Unidas. Para mí, sería la forma más maravillosa de completar el círculo.