Me quedé absolutamente impresionada al escuchar sus historias, al percatarme de su vehemencia por participar en los espacios. Muchas eran mujeres de comunidades pequeñas y rurales que apenas habían recibido educación, pero en las que, gracias al Programa, se ha despertado un interés incesante por aprender.
Ciudad de Guatemala, Guatemala: Desde mi llegada a Guatemala, en octubre de 2010, me anunciaron que sería la responsable del proceso de sistematización de experiencias del Programa Maya en sus dos primeros años de implementación.
El objetivo del Programa Maya, implementado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), es que las organizaciones indígenas fortalezcan su capacidad en materia de litigio estratégico, para que ejerzan de mejor maneras sus derechos individuales y colectivos. Además, procurar condiciones favorables para la implementación de las políticas educativas de calidad de acuerdo a la cultura de cada sociedad, lo que contribuye a una democracia más representativa y legítima mediante la formación de líderes y lideresas indígenas.
Para la realización de la sistematización, son varios los instrumentos que estoy utilizando. De un lado, la investigación documental, que me ha ayudado a tener como referencia y muy presente el marco teórico y contractual que dio lugar al Programa Maya, con las tareas que se asignaban a cada una de las instancias de la estructura con la que cuenta.
De otro lado, un instrumento que me está ayudando a recabar las diversas percepciones de todos los actores sobre el Programa es la entrevista. Durante la última semana de enero y la primera de febrero me he dedicado en cuerpo y alma a entrevistar a las personalidades más importantes de Guatemala en lo que concierne a los derechos de los pueblos indígenas.
Además de los y las Jefes de Agencia, Coordinadores de los Componentes y demás personas que trabajan en el seno de Naciones Unidas y que se constituyen como actores del Programa, también tuve la oportunidad de entrevistar a la mayoría de los y las Miembros del Consejo Consultivo del Programa Maya, que se conforma por personalidades reconocidas y distinguidas dentro del Movimiento indígena de Guatemala, representantes todas ellas de los distintos Pueblos que cohabitan en el país.
A modo de ejemplo, me gustaría citar a Irma Alicia Velasquez, reconocida periodista y directora de una de las organizaciones indígenas más importantes de Guatemala, Otilia Lux, congresista indígena, Álvaro Pop, Experto Independiente del Foro Permanente de las Naciones Unidas para Asuntos Indígenas, Rosalina Tuyuc, ex diputada y lideresa del movimiento de mujeres indígenas, entre otros/as.
Además de las entrevistas, una tarea ardua, pero sumamente interesante, ha sido el diseño y ejecución de dos talleres de sistematización de experiencias que se han llevado a cabo en las dos últimas semanas del mes de febrero. Para ello fueron seleccionadas doce de las muchas organizaciones indígenas que forman parte del Programa Maya.
El primer taller fue una manera amable y constructiva de conocer y retroalimentar, entre todas las organizaciones indígenas, las experiencias que todas ellas, en ámbitos muy distintos, están llevando a cabo. Fue una gran satisfacción ver las caras de asombro e interés que los representantes mostraban al escuchar las experiencias que derivaban de los Proyectos de las demás co-partes. En lo personal, fue todo un reto preparar un taller de estas características, y gracias al apoyo de mis compañeros/as de trabajo, Daniel Saquec y Martha Toc, el resultado final fue muy satisfactorio.
Sin embargo, el segundo taller con población meta fue para mi persona todavía más enriquecedor. Su diseño y organización se me presentó como un auténtico rompecabezas. Lo complicado del taller venía de que las personas delegadas de población meta respondían todas ellas a perfiles muy distintos: niños y niñas de las Nueva Escuela Unitaria Bilingüe Intercultural, guías espirituales, autoridades indígenas ancestrales, padres y madres de familia, maestros y técnicos docentes. En fin, más de 50 personas eran las que convocábamos al taller; población para la cual la metodología a utilizar debía ser distinta. Finalmente conseguimos conjuntamente armar un buen diseño y plan de trabajo y la puesta en escena fue una experiencia para mí inolvidable.
En este segundo taller, la tarea más importante que desempeñé fue la de actuar como facilitadora entre la guía de trabajo que diseñamos y las personas de población meta. Yo, en concreto, tuve la oportunidad de trabajar con mujeres lideresas del Quiché y líderes comunitarios de una Comunidad campesina de Petén. Me quedé absolutamente impresionada al escuchar sus historias, al percatarme de su vehemencia por participar en los espacios, al observar su afán por seguir aprendiendo. Muchas eran mujeres de comunidades pequeñas y rurales que apenas habían recibido educación, pero que, gracias a los Proyectos financiados por el Programa Maya y otros, se había despertado en ellas un interés incesante por aprender.
Una de ellas, Cecilia, mujer de 42 años, orgullosa me decía que estaba cursando quinto de primaria, y que a saber hasta dónde llegaría. Más aún cuando me afirmaba que ella tenía algo dentro que le decía sí puedo, yo valgo y que le animaba a participar. Cecilia es una mujer que ha sufrido lo indecible a lo largo de su vida, pero que, gracias a varias capacitaciones que ha ido recibiendo, ha aprendido a valorarse a sí misma: conocí lo que era la autoestima y me empecé a querer; hasta convertirse en una auténtica lideresa de su comunidad. Todas ellas y ellos tienen una fuerza envidiable. Aún recuerdo las palabras de Domingo, líder comunitario de Petén, cuando me afirmó Nacimos y crecemos como líderes y seguiremos siendo líderes hasta la muerte.
Si bien todavía no he acabado con mi tarea de sistematización de experiencias, los aprendizajes han sido muchos en este sentido y, gracias a ellos, intensifico el bonito recuerdo que me llevo de este país rico e interminable como es Guatemala.