Damien Wolff ha trabajado como Especialista VNU en la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) en Bolivia.

Promover una sociedad justa, inclusiva y pacífica en Bolivia

Durante mi misión de dos años en Bolivia, apoyé a la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) en la promoción e implementación de acciones para alcanzar Objetivo de Desarrollo Sostenible n°16: ¨Paz, justicia e instituciones fuertes¨. Tuve la oportunidad de contribuir a la construcción de una sociedad pacífica e inclusiva, que permite el acceso a la justicia para todos y también a instituciones eficaces. El compromiso que asumí como voluntario me permitió crecer de la mejor manera como persona y como profesional.

Mi llegada a Bolivia a finales del año 2015 coincidió con dos hitos importantes para el país y la organización que serví. Por una parte, Bolivia estaba alistando su primera Cumbre de Justicia, culminación de un proceso largo, amplio e inclusivo de reflexión y consulta para sentar las bases de una reforma integral de la justicia en el país. Por otra parte, la UNODC tenía el reto de desarrollar un nuevo marco plurianual de asistencia para el periodo 2016-2020 que contribuya a la realización de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. Junto con mis contrapartes, me tocó vincular estos dos procesos para garantizar la pertinencia del apoyo de la UNODC y su alineamiento con las prioridades del país, sin dejar a nadie atrás. 

Más adelante pude participar en la implementación de este nuevo marco estratégico a través de acciones para fortalecer el acceso de todos a la justicia penal (en particular de personas en situación de vulnerabilidad); mejorar las condiciones de reclusión para las personas privadas de libertad; fortalecer las políticas de prevención y sanción del delito; y promover la integridad y la transparencia en la administración de justicia. 

Si bien, mi incidencia en estas temáticas complejas fue limitada, puedo decir con orgullo que contribuí al fortalecimiento de las instituciones encargadas de impulsarlas y a la promoción de reformas basadas en los estándares internacionales y buenas prácticas en materia de derechos humanos, prevención del delito y justicia penal.

En este marco colaboré estrechamente con tomadores de decisión, funcionarios penitenciarios, policías, fiscales, jueces, defensores públicos así como activistas de derechos humanos y organizaciones de la sociedad civil. Fue desafiante y enriquecedor trabajar con tantos actores a la vez para tratar de encontrar soluciones adaptadas a las capacidades de las instituciones y a las necesidades de la ciudadanía, en particular de los más vulnerables. 

Las distintas visitas que realicé a las cárceles del país se quedarán grabadas como algunos de los momentos más intensos de mi misión. Me permitieron palpar la crisis de la justicia penal en toda su amplitud y conocer las situaciones de extrema vulnerabilidad en las que viven muchas personas que son privadas de su libertad. 

Recordaré con emoción el día en que presentamos, junto con los colegas del sistema penitenciario, a un grupo de mujeres reclusas un novedoso proyecto enofocado en su rehabilitación y empoderamiento. Acompañar a las autoridades en sus complejas tareas y crear esperanza en las personas son sin duda misiones muy necesarias, que resumen para mí la labor de las Naciones Unidas y de los voluntarios.