A pesar del progreso logrado a nivel político y jurídico, la violencia contra las mujeres persiste en muchas partes del mundo. Aún queda un largo camino por recorrer para erradicar la violencia contra las mujeres, y Ecuador no se queda atrás. En este país la violencia doméstica contra las mujeres es un fenómeno común, y muchas mujeres padecen violencia emocional, psicológica y/o física. Por todas ellas, durante mi asignación quise contribuir a sensibilizar a la sociedad sobre las relaciones de género y la violencia contra las mujeres.
Quito, Ecuador: A pesar del progreso logrado a nivel político y jurídico, la violencia contra las mujeres persiste en muchas partes del mundo. Aún queda un largo camino por recorrer para erradicar la violencia contra las mujeres, y Ecuador no se queda atrás. En este país la violencia doméstica contra las mujeres es un fenómeno común, y muchas mujeres padecen violencia emocional, psicológica y/o física. Por todas ellas, durante mi asignación quise contribuir a sensibilizar a la sociedad sobre las relaciones de género y la violencia contra las mujeres.
Organicé varios cine-debate sobre el tema, tanto con un grupo juvenil en un barrio urbano-marginal de Quito, como con organizaciones de mujeres. A través de estos espacios, mi objetivo era generar reflexión, compartir reacciones con los y las participantes y dar visibilidad a la problemática.
La conclusión principal de estas actividades es que el cambio está en cada una/o de nosotras/os y que cada persona puede jugar un papel en la eliminación de la violencia contra la mujer, sea con apoyar a las víctimas, aconsejar a los demás, controlarse a sí mismo, promover el diálogo y la comunicación no violenta, difundir información sobre derechos de las mujeres y ser consciente de que solo si nos unimos, hombres y mujeres, y aprendemos a manejar cualquier situación con respeto, podremos lograr este gran desafío.
Otro aspecto importante de mi asignación con ONU Mujeres ha sido mi apoyo al Programa Regional Indígena, trabajando a diario con y para los derechos individuales y colectivos de las mujeres indígenas, ya que ellas sufren una triple discriminación por género, etnia y pobreza.
Durante dos años tuve la oportunidad de apoyar cinco proyectos financiados por la agencia catalana de desarrollo que tenían como objetivo común el empoderamiento de las mujeres indígenas amazónicas, que por lo general son las más relegadas de la sociedad. Pude sentir la fuerza y determinación de esas mujeres para hacer oír su voz, participar en la vida comunitaria y pública y reivindicar sus derechos.
En el intercambio con ellas, aprendí que las mujeres indígenas amazónicas tienen mucho que enseñar al mundo sobre los valores de una vida en armonía con la naturaleza. Sus luchas tienen una dimensión universal, que es el cuidado incondicional de la Tierra como fuente de vida y espiritualidad.
Me siento enormemente enriquecida por ese camino a la vez profesional y humano que hace que me sienta parte de una gran comunidad diversa en el Ecuador. Es con el corazón lleno de aprendizajes y recuerdos que finalizo mi asignación, sabiendo que no se termina el compromiso ni las ganas de seguir con el voluntariado y de contribuir a la construcción de un mundo más justo en el que se respetan y se ejercen los derechos humanos de todos y todas.