En este programa, aprendí cuánto de importante es el voluntariado en las comunidades. A través de mingas, empeño y pequeñas piedras unidas que forman caminos, se construye gran parte de aquel Buen Vivir o Sumak Kawsay que se dibuja en la Constitución ecuatoriana de los Derechos de la Naturaleza.
Quito, Ecuador: Empecé mi trabajo como Voluntaria de las Naciones Unidas en octubre de 2008, con los volcanes de vista desde casi el ático del edificio de la ONU. Mi misión como voluntaria era asegurar, junto con la coordinadora del programa VNU, la inclusión del voluntariado en el Marco de Asistencia de las Naciones Unidas para el Desarrollo (MANUD) 2010-2014.
La presencia y participación de voluntarios y voluntarias quedó muy presente en muchas de las áreas estratégicas del MANUD, como ventanas con cortinas de participación en un gran castillo.
Desde aquellas alturas aterricé con ilusión y con una maleta con muchos sueños a nuestra casita, donde he pasado dos años muy felices en el pequeño, pero grande Programa de Pequeñas Donaciones.
En este programa, aprendí cuánto de importante es el voluntariado en las comunidades. A través de mingas, empeño y pequeñas piedras unidas que forman caminos, se construye gran parte de aquel Buen Vivir o Sumak Kawsay que se dibuja en la Constitución ecuatoriana de los Derechos de la Naturaleza.
Mi participación en proyectos comunitarios ha sido para mí mi acercamiento más vívido y sentido a la labor voluntaria. He aprendido mucho de la cantidad de personas en las comunidades que realizan voluntariado muchas veces sin saberlo. He intentado aproximarme a sus quehaceres diarios de voluntarios/as, entendiendo aquella voluntad que hace caminar con convicción y confianza.
En estos momentos comprendí que en el fondo ser voluntario/a equivale a eso mismo, a caminar con voluntad, que como señalan las lenguas latinas viene de “voluntas”, que significa querer. Entonces no importaba cuánto de importante fuese mi labor como voluntaria, si ponía voluntad ya estaba realizando voluntariado.
Intercambiar puntos de vista con personas de las comunidades, participar en el reparto de refrigerios, contribuir en la siembra de un arbolito, regalar mi camiseta favorita de ballenas (que aparece en la foto) y poner mi granito de arena en los talleres a los que asistí del proyecto “Fortalecimiento del voluntariado en gestión de riesgo y cambio climático” significaba ya realizar voluntariado si le ponía voluntad y corazón.
He disfrutado y aprendido mucho de estos tres años como voluntaria. Ahora me queda un largo camino para seguir contribuyendo en senderos solidarios y verdes con pequeñas piedrecitas llamadas voluntad.
Por Lola Núñez